fran y sus cumbres borrascosas

Kim Basinge
 A Fran, mi tempestad

¡Qué extraña eres Fran! Apenas supiste que venias a la USAT te apareciste en la plazuela frente al edificio Juan Pablo II y te colocaste frente a mí. No sé de qué ibas disfrazada esta vez, pero yo adoro tu ropa ochentera. Traías tus lentes de grandes lunas y tu cabello exageradamente desordenado. Ni siquiera me saludaste cuando ya te habías sentado sin decirme ni una sola palabra. Me dejaste atontada pensando si esperabas que reaccionara de una forma u otra, así que no tuve más remedio que enviarte un mensaje al teléfono diciéndote no sé qué cosas. Bueno, sí, te dije que si fuera ciega y sorda aún en la oscuridad podría reconocerte. Tal vez fue una manera de explicarte que, aunque te disfraces de lo que sea, te reconocería por no sé qué gestos o sonidos, pero tendría la certeza de saber que eres tú Fran, la que se encuentra comulgando mis penas en este día tan triste. Así como llegaste te fuiste a clases, no pude evitar seguirte con los ojos y con todo el cuerpo. Quería ir detrás de ti como un cachorro hambriento, abandonado y cansado de dar vueltas toda la mañana. Aunque te hayas esfumado me ha quedado el sabor de tu inocencia y la frescura de tu cálida sonrisa. No te miento – te lo digo muy en serio -, apenas te fuiste abrí la computadora para escribirte. No me puedo detener contigo y, sin embargo, aprendo a esperarte. En el fondo retumban tus palabras sobre mi consciencia medio dormida: Ximena, esperarme es esperarte. Dices con tono burlón que yo soy la filósofa de esta junta, pero que la sabia eres tú. Lo sé, no te voy a quitar el rol de búho en mi vida, pero Fran, estoy agotada y cansada de vivir. Conoces a medias lo que he vivió estos últimos años, confesiones y pucheros que logras sacarme con alguna copa de vino después de los macarrones o con el vértigo que me produce el cigarro que nos echamos al llegar a tu cuarto. Ya no quiero contarte nada, Fran, ya no quiero decirte las palabras con sonidos, no tengo poesías para ti, ni caricias que prometen un futuro. La realidad de mi cuerpo es que naufrago entre el sopor y el estupor de sobrevivir un día más. Aunque se trate de ti, el tiempo es un letargo, insoportable, arrojado, blasfemo… Pero llegas y te colocas ante mí como una mona, graciosa, escondiendo la timidez que secretamente llevas debajo de esa casaca de cuero arrugada y me haces sonreír serenamente. Qué libertad tan linda me toca vivir esta noche contigo sabiendo que no hay un mundo fuera para nosotras, sino nosotras mismas abrazándonos como dos hojas de alcachofas huérfanas. No sé si esta noche me dejarás no tocarte, no besarte, no manosearte… No sé qué pasará esta noche, pero, aunque esté cansada no puedo doblegar la inquietud de saber a qué sabe tu boca.

Comentarios