fran y sus besos hiel

Tawny Kitaen


 A la boca de Fran

Ayer en la noche me llegó tu mensaje de invitación a una fiesta privada. Después de dejarme en la USAT con tu visita inesperada, permanecí casi en silencio hasta que escuché la horrible voz de mi mejor amiga invitándome a comer. Fuimos por la merienda, le hablé de ti todo el tiempo. Ella cree que tú y yo no somos una buena idea. Yo tampoco lo creo, pero soy parte de esta idea y me agrada en un sentido maquiavélico. Es como saber que si metes la mano al fuego te vas a quemar sí o sí, pero aun sabiéndolo lo quieres hacer porque hay una pulsión interior que te arrastra. La verdad hay algo dentro de mí que me encamina hacia dónde estás, aunque no te busque. Después de pasar ya algunos días contigo voy conociendo la dinámica que hay entre las dos y a mí me toca esperar a que llames a mi puerta y me invites a salir para esconderme en algún lugar contigo y tus historias fantásticas, tus personajes monses y tu olor a nada. Pero ayer, me llegó tu mensaje y luego de dejar a Milagros en su casa tomé el taxi para ir a verte. Me abriste la puerta, me acercaste a ti con un abrazo animoso que se le da a alguien solo cuando sabes que lleva un pesar en el corazón. En realidad, así han sido todos tus recibimientos, no siempre con abrazos, pero tienes un gesto hogareño que hace de tu cuarto un lugar feliz donde podemos permanecer y hace de nuestras existencias dos reliquias sagradas que reposan seguras bajo un candil que nunca se apaga. Me dejé abrazar, caí en tus brazos como una hoja seca cae sobre la tierra. Nos quedamos ahí, abrazadas, arrojadas a la vida, disfruté del tiempo y del espacio como hace mucho no lo hacía. No dejaste que el abrazo se prolongara más de lo necesario y cuanto ya tenías tus manos sobre mi pecho como una gata que no quiere ser besada sorpresivamente te acercaste y me diste un beso. Exactamente, solo colocaste tu boca junto a la mía. Teníamos los labios secos y cansados. Mantuve los ojos abiertos para ver cómo cambiaba la forma de tu rostro. Luego, me atreví a dar el segundo paso. Ya habías hecho mucho, entonces me tocaba a mí pisar los cristales de la rebeldía. Moví mis labios lentamente, entreabriéndolos y te dejé entrar, encajar. Nos armamos como rompecabezas. Al parecer somos de aquellos que tienen mil piezas rotas y había que hurgar para encontrar primero las esquinas y luego los filos y luego el resto… Fran, mi corazón terminó de romperse en tu boca y cuando ya estábamos desnudas sobre tu cama, haciendo el amor que nos había estado esperando, sentí que me dolía en todo el cuerpo una mujer. Tuvimos sexo como si estuviéramos en una película romántica, la más cursi de todas, fue un ensueño, un pedacito de nube… Luego, te quedaste a mi lado, abrazándome, acariciándome el rostro delicadamente como si te hubieras dado cuenta que, aunque habíamos descubierto una imagen a través del rompecabezas, yo me encontrada fisurada por dentro. No intentas arreglarme ni sanarme, eso me gusta. Me haces el amor a mí y a mis heridas, nos complementas, nos contemplas, nos veneras, eres reverente y respetuosa. Lamento no haberme quedado contigo, quería estar sola. Me fui a casa dudando de lo que hacía, pero una certeza se iluminaba en mi cabeza. Sigo enamorada de Patricia. Así que hoy, al despertar, lo único que quería era verla. Le envié un mensaje invitándola a salir, como era de esperar dijo “no, gracias”. Hace unos días le dije que no la amé, que solo había centrado mi vida en ella, pero realmente la amo, lo sé ahora que ya no la necesito para vivir día a día, solo que es demasiado tarde y ella ya no volverá nunca más. Quizá tú tampoco regreses. No me has escrito ¿Tengo que seguir esperándote? Después de todo tú y yo no tenemos nada y, sin embargo, no puedo ser tan fría contigo. Ahora entiendo lo que dice Milagros, tú y yo no somos una buena idea. Me estoy enredando en un laberinto del que quizá me sea más difícil salir que de esta relación que acaba de terminar. Ojalá no regreses Fran. No te mereces que te haya dejado ahí, desnuda, sobre la cama, sin mi abrazo. Por favor, no me escribas. No lo hagas.

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